SILLÓN AROCENA

FICHA TÉCNICA

Sillón de tres plazas
Tapiz monumental (fragmentos):
Flandes, siglo XVII
Hilos de lana tejidos en ligamentos de tapicería
Estructura:
Francia o Italia, finales del siglo XVII o principios del siglo XVIII
Madera tallada ensamblada y dorada

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FICHA COMENTADA

Esta pieza es un buen ejemplo de la reutilización de objetos artísticos o de partes de ellos. El fenómeno es muy común en las artes aplicadas. En la platería, por ejemplo, cuando una obra está maltratada se desarma y se separan sus partes para incorporarlas en otras piezas y así crear algo nuevo.

El sofá debió perder su tapizado original debido al desgaste producido por el uso continuo. Sin embargo, su estructura de madera permaneció en buen estado y como es costosa se conservó. Para darle nueva vida, sus antiguos propietarios decidieron re-vestirla con fragmentos de uno o varios tapices monumentales flamencos, que seguramente estaban maltratados o mutilados. Esto es evidente en el corte de los motivos en los laterales, la disparidad de motivos entre ellos y lo forzado que resulta la colocación de la escena del respaldo.

Esta práctica fue muy común en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, cuando los estilos historicistas, que revaloraban los objetos y los estilos del pasado, estuvieron de moda. De la misma manera, la práctica se hizo frecuente entre los viejos anticuarios, que aprovechaban elementos varios para armar una pieza y asegurar así una buena venta. Es importante señalar que el artesano que realizó el trabajo tenía sensibilidad y buen oficio. Su trabajo es excelente. Basta ver los terminados en las orillas, las tachuelas de bronce que sujetan la tela, el relleno justo del abullonado para no deformar las figuras y el esfuerzo que hizo para ajustar las figuras al tamaño y la forma del mueble, aunque el resultado está forzado.

La estructura del sillón pesada, majestuosa y regia, posee algunas características del estilo Luis XIV, llamado así porque fue en la corte de este monarca francés donde se creó. Sus formas estuvieron vigentes durante las últimas dos décadas del siglo XVII y las primeras del siguiente, cuando se difundió por toda Europa occidental. Así, vemos en este mueble patas de balaustre y travesaños en forma de “X” curvas con medallones en las intersecciones tallados y recubiertos con láminas de oro; apoyabrazos laterales redondeados y el respaldo rematado por una suave línea ondulada. Originalmente, estos muebles estaban recubiertos con telas de damasco, terciopelo o brocados de seda de motivos vegetales o florales diseñados exprofeso para ajustarse a ellos, lo que los hacía aún más señoriales y afrancesados.

Recortar un costosísimo tapiz monumental para recubrir un mueble era algo impensable durante los siglos XVII y XVIII no sólo por el valor económico del textil sino por su contenido simbólico y aunque en este caso los únicos elementos que se pueden interpretar son los del respaldo es evidente que se trata de un tema de la mitología clásica cristianizado. Por otro lado, este revestimiento le resta carácter señorial y francés al mueble y le otorga un aire burgués y un tanto holandés o inglés, lo que está muy lejos de las intenciones originales de sus creadores.


La mutilación del tapiz impide hacer una lectura simbólica completa, sólo el fragmento del respaldo puede interpretarse, por lo que se propone la siguiente lectura. En el arco central se ve el pithos, o vasija de Pandora, abierta por su curiosidad femenina, de donde salieron todo tipo de males para la humanidad, representados por una pequeña quimera, equivalente al pecado de Eva, de acuerdo a la cristianización del tema. En los arcos laterales aparecen dos pasajes de la lucha de Hércules contra la hidra de Lerna, símbolo del mal o del pecado por su naturaleza híbrida. En el de la izquierda el héroe cubierto con la piel del león de Nemea mata al monstruo con su lanza, y, en el de la derecha neutraliza el aliento letal de la creatura con sus flechas ardientes para poder combatirla. Así, el mal que dejó escapar Pandora, es combatido y vencido por este mítico guerrero, alegoría cristiana de fortaleza, virtud por excelencia.

Durante los siglos XVII y XVIII, el reutilizar un textil de este tipo con iconografía religiosa o clásica para forrar un mueble en el que la gente se sentaba se hubiera considerado una irreverencia o una muestra de incultura, además de una enorme vulgaridad y un gran despilfarro. Lo que ya no sucedería durante las últimas décadas del siglo XIX o las primeras del XX, cuando las personas ya no podían leer el lenguaje cifrado de estos textiles y había tantas piezas de este tipo arruinadas.