Libro en Contexto 03

Entre lo inteligible y lo material

Un libro es nexo de dos mundos: en él coincide el universo inteligible de las ideas con la realidad material sobre la que éstas se ensamblan, a base de tinta, papel, hilo, piel y pegamento. La colección Arocena resguarda un ejemplar de elocuencia singular en ambos sentidos, pues tanto el contenido impreso como la manera en que fue encuadernado proveen información valiosa que enriquece nuestro conocimiento sobre el contexto de su creación.

Sobre su autor, Juan de Torre Blanca, sabemos poco: nacido en Logroño, fue un fraile de la orden de predicadores en el convento de San Pablo de Valladolid, España. Dicha orden fue fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216, figura central en la tradición del Rosario, pues, según narra la leyenda, el santo fue visitado por la Virgen María, quien le enseñó la práctica y le encomendó la propagación de la devoción.

En términos históricos, el origen del salterio de María parece centrarse en tradiciones monásticas cluniacenses del siglo X, en donde los monjes –letrados- recitaban los 150 salmos correspondientes al salterio de David. En cambio, a los fieles -mayoritariamente iletrados- se les enseñó una práctica más sencilla: la de recitar 150 aves marías. Esta práctica  se desarrolló de la mano de los dominicos, la orden de predicadores, quienes, desde su origen en el siglo XIII y hasta su oficialización por Pío V en el XVI, se encargaron de popularizar la devoción.  El acontecimiento defintiorio fue la batalla de Lepanto, en 1571, en donde la armada de la Liga Santa venció a la otomana, después que el Papa solicitara  a los fieles el rezo del Rosario. Tras la victoria, Pío V declaró el 7 de octubre como el día de “Nuestra Señora del Rosario”, y oficializó la manera de practicar la oración.

Así entonces, para 1630, año de la publicación de los Ejercicios… de Torre Blanca, el rezo había adquirido su forma tradicional: tres grupos de cinco misterios,  que invitan a meditar sobre pasajes de la vida de Jesús o María, intercalados por la oración de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. El libro de la Colección Arocena promueve esta estructura fijada por el Papa Pío V, al tiempo de servir como un recurso práctico para el rezo individual o colectivo, al proponer cuatro meditaciones sobre cada uno de los misterios para leerse intercaladamente como parte del Rosario. Así, Los Ejercicios… es un libro que no se lee de manera corrida, sino uno al que se recurre continuamente para profundizar en los misterios divinos, donde, según Torre Blanca, “los niños en la virtud hallarán la leche y miel de dulzura espiritual […], los que han salido (como dicen) de pañales, hallarán ejemplos de virtudes heroicas […] y los perfectos hallarán la grandeza y divinidad de Dios.”

El libro antiguo: su estructura

En España, con la publicación de una programática real en 1558, se exigió que todos los libros publicaran en su portada el autor, título de la obra, ciudad, impresor y año. Esta información fue plasmada en arreglos con intención estética que dieron origen a la tipología de la portada tipográfica, utilizada mayoritariamente en el siglo XVI. Hacia la llegada del siglo XVII, esta sección del documento incluyó cada vez más elementos de carácter gráfico y arquitectónico, como la utilizada en el libro de Juan de Torreblanca.

El título de la obra se encuentra dentro de un par de pilastras, enlazadas por un Rosario que hace referencia al contenido de la publicación. En las bases de las columnas se muestran dos textos, procedentes del salmo 118 de la Biblia Vulgata: Meditabar in mandatis tuis / Et exercebar in justificationibis tuis. [En tus mandamientos meditaré / me regocijaré en tus estatutos]. Ambos extractos refuerzan el carácter contemplativo, e incluso místico del rezo del Rosario, sobre el que se extenderán los primeros diez capítulos del libro. Entre ambas inscripciones, los basamentos de las columnas enmarcan una cartela ‘de cuero recortado’ en donde se describen las características de la impresión.

La parte central es encabezada por el escudo de armas de José González, Arzobispo de Santiago y gran promotor de las artes, al que está dedicado el volumen. El escudo se encuentra dividido en cuatro cuarteles. Los superiores son propios del eclesiástico y reflejan también la insignia personal que encuadra su heráldica: SERPENTEM CONVERTIT IN VIRGAM ET CRUCEM IN LUCEM [Convirtió la serpiente en cayado; y la cruz, en luz], haciendo referencia al prodigio obrado por Dios a través de Moisés, tal como se narra en el bíblico Éxodo. Los dos cuarteles de la parte inferior indican la orden de pertenencia del arzobispo: el emblema crucífero de los dominicos y el perro con la tea encendida, atributo iconográfico de Santo Domingo, fundador de la orden.

La programática de 1558 también señalaba que los libros que se imprimieran tendrían que tener una licencia real y una episcopal; una censura del obispo de la diócesis, así como la aprobación del padre superior y el parecer de revisores designados. En el caso de los Ejercicios de Torreblanca, la serie de aprobaciones denota el tiempo que tomaba el proceso de publicación en la España del siglo XVII: desde el primer parecer, el 11 de agosto de 1629, a la publicación de la tasa del libro, en junio de 1630, habría pasado casi un año, un lapso muy corto si se toma en cuenta que se tuvieron que otorgar siete licencias diferentes para su publicación.

Un libro dentro del libro: “el papelote”

Uno de los elementos más particulares del ejemplar que resguarda la biblioteca Arocena, es su encuadernación. En algunas ocasiones, y dado la escasez y costo del papel, las guardas y contraguardas de los libros se hicieron con retazos de papel reutilizados, denominados “papelotes”. En el singular caso de los Ejercicios… se trata de documentos manuscritos que contienen mandatos que vinculan los crecientes territorios de la Corona española, en ambos lados del Atlántico. 

El rey Felipe II, el 13 de julio de 1573, promulgó las Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias, una recopilación de recomendaciones en torno a lo que se debía hacer en los territorios conquistados, que fueron tomando forma en los años previos a su publicación. Aunque es imposible leer el texto completo sin una intervención en el ejemplar, podemos intuir que los manuscritos que contiene sean una versión anterior de este tipo de ordenanzas, en las que se menciona a dos personas particulares: Don Diego López de Zúñiga y de Velasco, conde de Nieva y virrey de Perú. El documento también menciona a Diego de Vargas Carvajal, de quien tenemos noticias que acompañó al anterior en su viaje a Lima en 1559. El texto, entrecortado, menciona el título de “V- de Perú”, por lo que es posible fechar el origen de este documento, con cierta probabilidad, entre los años de su virreinato, entre 1561 y 1564.

BIBLIOGRAFÍA:

  • CARREÑO VELÁZQUEZ, Elvia. El libro antiguo. Gobierno del Estado de México, 2013.
  • MATESANZ DEL BARRIO, José, y PAYO HERNANZ, René-Jesús, El patrocinio artístico del Palentino Fray José González, Arzobispo de Burgos. Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, No. 64, 1993. 409 – 431.
  • PITA DA VEIGA GOYANES, Gabriel. Fray José González de Villalobos, Arzobispo de Santiago, su familia en Pontedeume. Cátedra, Revista eumesa de estudios. 17. Pp. 207 – 244
  • Archivo Histórico de la Nobleza (AHNOB) – MCU – Gobierno de España

SECCIONES ADICIONALES:

LA TASA

La tasa fue una sección que debía incluir el libro publicado en España después de 1558. En ella se mencionaba cuánto debía costar el libro. En este caso, el libro se tasó en 4 maravedís por pliego utilizado, por lo que, en total, el libro debía costar cerca de 200 maravedíes, o medio escudo en la época de Felipe III. Cada escudo tenía aproximadamente unos 3.4 gramos de oro, por lo que hoy en día costaría cerca de $1,000 pesos mexicanos.

LA ENCUADERNACIÓN

El libro está construido con una encuadernación llamada de “pergamino flojo”. Esta tipología fue la más popular en Europa y en México desde el siglo XVI hasta finales del XVIII y consiste en proteger el cuerpo de la obra con un trozo de pergamino, doblado para ajustarlo a su tamaño.

LAS SIGNATURAS

Cada libro se compone de una serie de cuadernillos, que a la vez proceden de los dobleces de un solo pliego de papel. Según el número de dobleces, los formatos más comunes son de folio entero, cuartos u octavos. Para llevar el registro y orden en que los cuadernillos debían de colocarse, los impresores idearon un sistema de signaturas, que marcaban cada uno de ellos con una letra o símbolo, que es posible ver en los libros al final de algunas páginas. 


Busca la ficha impresa coleccionable en la Biblioteca del Museo Arocena de manera gratuita.