100 años de creación fotográfica en México 910-2010
Un siglo de fotografía femenina
El Museo Arocena se enorgullece en presentar Mujeres detrás de la lente. 100 años de creación fotográfica en México, 1910-2010, magna exposición que surge de la necesidad de reunir y reconocer el trabajo que las fotógrafas han realizado en nuestro país a lo largo de un siglo.
La investigación llevada a cabo con enorme dedicación y atino por la curadora Emma Cecilia García de Krinsky, catalogó más de quinientas fotógrafas en activo a lo largo del siglo. De éstas, sólo fueron seleccionadas setenta autoras y doscientas veinte obras para la exposición. La existencia de tantas y tan disímbolas propuestas comprueba la importancia que han tenido las mujeres en la historia de la fotografía.
Esperando disfruten de esta exposición, les damos la más atenta bienvenida.
Módulos temáticos de la exhibición
Esta exposición nos propone conocer la historia de la fotografía desde otra óptica: la femenina. No como una cuestión de género sino como el justo homenaje a esa mitad del mundo que a través de su cámara expresó las preocupaciones e inquietudes de un siglo.
El estudio fotográfico
A finales del siglo XIX un gran número de mujeres adoptó la fotografía como profesión. Algunas compartieron los estudios fotográficos con sus padres, hermanos o con socios, pero hubo también quienes asumieron el reto de instalar sus propios gabinetes, tanto en el interior del país como en la capital.
Inspirado en la pintura del siglo XIX, el retrato fue profusamente recurrente durante los inicios de la fotografía y, una a una, las retratistas fueron desarrollando estilos propios.
Hacia fines de siglo, y hasta la primera década del siglo XX, destacó el trabajo de Natalia Baquedano, queretana que de manera independiente estableció su estudio en la ciudad de México. Donde además de retratos también registró la vida cotidiana e hizo tomas en exteriores.
Nueva concepción de la imagen
La post-revolución derivó fundamental en la definición de una identidad nacional, así como en el arribo de vanguardias artísticas en los diversos ámbitos de la cultura. La fotografía tomó entonces un lugar destacado en el panorama de las artes, sin dejar de lado la cuantiosa producción de imágenes que se registraron para documentar el movimiento armado.
La llegada al país de Edward Weston y Tina Modotti –su compañera y discípula –aportó nuevas formas de expresión fotográfica. Ella aprendió el oficio del maestro y realizó un intenso trabajo, tanto por encargo como experimental. De tal suerte que a la salida de Weston decidió permanecer en México y en el Primer Salón Mexicano de Fotografía, organizado en 1928 por Antonio Garduño, Modotti obtuvo el primer premio.
La persistencia de la mirada
La fotografía es un documento histórico altamente valorado por los científicos, a quienes sirve en el transcurso de sus investigaciones. Como parte de sus estudios antropológicos o de arquitectura antigua, fotógrafos viajeros exploraron tierras mexicanas.
Al inicio del siglo, pero sobre todo después de la Revolución, los indígenas y sus tradiciones se convirtieron en temas recurrentes: Doris Heydn, Rosa Rolando, Gertrude Duby, Berenice Kolko, Ruth Lechuga, Eva Sulzer, entre otras, desarrollaron una labor fotográfica desde esta perspectiva. Lo que permitió dejar testimonios invaluables de la vida indígena.
Reportaje y hallazgo
La eclosión de publicaciones como Uno más Uno, La Jornada, Reforma o la revista Proceso, así como las agencias de información, propiciaron el desarrollo de muchos reporteros gráficos, entre las que se formaron un buen número de mujeres que han dedicado su vida al foto-reportaje. Aunado a esto, el impulso que el Consejo Mexicano de Fotografía dio a la fotografía documental, al final de los años setenta y principio de los ochenta, permitió una vasta producción en este género. Las fotógrafas de finales del siglo XX documentaron a las distintas comunidades con otra óptica, sus testimonios recuperaron tradiciones y costumbres de la vida rural. Los reportajes en zonas campesinas dejaron imágenes valiosas tanto de la vida cotidiana como de la problemática política y social que viven día con día las diferentes etnias.
El retrato
Las distintas técnicas fotográficas ayudaron a desarrollar un nuevo estilo en el género del retrato. Fuera del estudio, alejado del ceremonial que implica posar ante la cámara, el retrato se vio liberado de convenciones acartonadas al efectuarse lo mismo al aire libre que en espacios domésticos o laborales y creando un vínculo entre fotógrafa y modelo. Las autoras que aquí se exhiben abordaron también otros géneros fotográficos, pero sin duda con sus retratos dejaron un testimonio importante de la vida cultural del país.
Cada puesta en escena muestra la intención de la fotógrafa que, en colaboración con el sujeto, desarrolla su propia sensibilidad y de manera espontánea captura la actitud que ambos quieren mostrar.
La gran ciudad
Desde el siglo antepasado la ciudad de México ha sido tema recurrente en la fotografía. Su legado colonial, el crecimiento demográfico y espacial acaecido entre el Porfiriato y el movimiento armado de 1910, así como su acelerada transformación en la segunda mitad del siglo XX hicieron de ella una fuente inagotable de imágenes.
A principios del siglo veinte Guillermo Kahlo y Hugo Brehme registraron los cambios citadinos en arquitectura, edificios en construcción, calles y costumbres. Manuel Ramos hizo lo propio como inspector de monumentos coloniales. Años después Manuel Álvarez Bravo registró vitrinas, anuncios, merenderos y los quehaceres cotidianos de infinidad de personajes en sus caminatas diarias por el centro de la capital; al mismo tiempo, Lola Álvarez Bravo documentaba vecindades y la vida de los trabajadores.
Otros encuentros
En nuestra selección lo que hace distinta a una fotografía de otra es la mirada de la autora, pues cada lugar y cada encuentro son una aventura diferente.
La subjetividad de cada toma es manifiesta. El espectador descubre, a través de la óptica de la fotógrafa, un episodio sorpresivo. Ese decisivo instante que congela el paso de una mujer, el aletear de un pájaro, el humo de los cohetes al estallar o la caída del sol. Son paisajes, objetos y momentos encontrados al azar.
La virtud de las imágenes radica en llevarnos de una realidad a otra que permite entender aquello que impulsó el disparo de la cámara. Una capacidad evidente de observación nos transporta a una dimensión simbólica de atmósferas casi oníricas que motivan nuestra imaginación.
La construcción de las imágenes, la puesta en escena
A pesar de que en el siglo XX prevaleció un fuerte impulso a la fotografía documental –apuntalado por el Consejo Mexicano de Fotografía durante los años setenta y ochenta –a partir de 1990 se gestaron cambios que permitieron posicionar de manera definitiva a la fotografía construida, practicada en forma paralela durante todo el siglo.
Las autoras no sólo construyen imágenes, sino también una manera de hacer fotografía y una nueva forma de abordar los conceptos.
Historias de mujeres: ficciones y realidades
Entre ficción y realidad se entrelazan muchas historias. A través de la imagen fotográfica iconos ya conocidos son re-interpretados por algunas fotógrafas para crear nuevas historias. Predominan las autobiográficas en donde el tema central es la condición de ser mujer y cuyo análisis proviene de un mundo interior.
Las fotografías aquí presentadas son historias de mujeres que se han desarrollado a lo largo de varios años de intenso trabajo. Van desde el reportaje sobre la vida cotidiana de la alta burguesía, que realizó Yvonne Venegas; hasta los artificios corporales a los que se someten las mujeres para lograr la tan anhelada “belleza”, plasmados por Maya Goded; o Las horas negras, impactante reportaje en el que Patricia Aridjis nos enfrenta al encierro de mujeres encarceladas.
El cuerpo, instrumento para una narración
En la fotografía el cuerpo humano ha sido objeto de múltiples representaciones. Desde el cuerpo per sé hasta el desnudo tradicional en la búsqueda de eros: el placer y la metáfora o representación mítica.
El cuerpo femenino, objeto de deseo y dador de vida, se somete a distintas transformaciones biológicas que marcan indeleblemente a las mujeres y orientan sus conductas. Es por ello que algunas artistas retoman su cuerpo para plasmar obras, pues éste constituye la evidencia de lo que le sucede a una persona durante la vida y con ello se convierte en depósito de signos y recuerdos que pueden ser recodificados o reconstituidos.